Consumir los mensajes de los discursos de extrema derecha es agotador. La presentación tergiversada de la realidad con el objetivo de agitar emocionalmente al espectador tiene como resultado una frustración encendida sin salida que pretende usarse como combustible para alimentar futuras movilizaciones sociales y políticas. La fórmula que emplean, que tiene como objetivo provocar rabia visceral e indignación continua, vacía a quienes la consumen.
Además, estos discursos no pretenden presentar una oferta constructiva o un programa político con una dirección clara sino que se construyen a la contraria, uniendo unas ideas con otras en base a una estética de las emociones y los instintos. La única coherencia que a duras penas enlaza las posiciones que toman con respecto a los diferentes asuntos es la emocional. Una coherencia emocional total que arrasa con cualquier pretensión lógica y que nace de su desvergonzada hipocresía.
Nada de esto es un accidente sino que forma parte de la idiosincrasia de la extrema derecha, que juega siempre entre lo que afirma y lo que insinúa y que entre bromas deja asomar sus verdaderas posiciones, en una continua provocación a sus rivales. Se mueven siempre en ese terreno gris de la negación plausible y la explicación lógica que sus partidarios saben entender tan bien y del que sus tontos útiles y colaboradores necesarios no pueden o quieren salir.
Muy acertada está esta reflexión
ResponderEliminarMe parece muy buena tu reflexión, pero en este caso no sólo atribuiría esas prácticas a la extrema derecha, sino a la clase política en general. Espectáculo lamentable el que están dando unos y otros desde las instituciones. No me siento representada por ninguno de ellos!
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