Juan Carlos I, rey de España hasta 2014 y digno miembro de su linaje, se ha quedado sin amigos. Sus vergüenzas fueron durante mucho tiempo un secreto a voces nunca aclarado gracias a la protección que le proporcionaban las élites españolas pero hoy, despojado del aura de impunidad indiscutible que acompañaba al cargo y cada vez más cercado por múltiples escándalos, vemos todos al rey desnudo. No deja de impactar el descaro y la mediocridad con la que se desenvolvía, manejando de continuo centenares de miles de euros en efectivo, entregando al banco suizo su dirección de Zarzuela y realizando personalmente enormes ingresos en el banco en Suiza. Las muy borbonas y millonarias revelaciones y la figura que se pintó de Juan Carlos durante décadas de estratega de gran valentía y visión preclara son demasiado contradictorias como para encajar. Las excusas serviles de la prensa monárquica complican aún más la situación. Por un lado, tratan de separar la figura pública que con tanto esfuerzo h