A raíz de la polémica que ha surgido en torno a las protestas contra la masificación del turismo, un tema sobre el que se puede hablar largo y tendido, se han presentado muchas posibles soluciones. En general todas ellas se centran en reclamar una mayor capacidad de decisión de los inquilinos o propietarios de los diferentes apartamentos de un bloque o de los vecinos de un barrio sobre las actividades que se dan en su interior y plantean un debate de fondo que choca tangencialmente con el concepto de propiedad privada tal y como la entendemos. En este conflicto vemos a los vecinos reclamando como parte afectada voz en los mecanismos monetizados del mercado mediante una acción política (porque, no debemos olvidarlo, toda protesta y toda huelga es política). Se niegan a no tener voz sobre lo que sucede en sus barrios por no poder pagarla. Especialmente mezquino resulta el ataque mediático a las asociaciones que intentan llamar la atención sobre un problema que es ampliamente recon